Comprender la estructura del  sistema urinario

La estructura y el funcionamiento del  sistema urinario son muy complejos. Intentaré pues explicar de una  manera sencilla pero lógica todo lo que ocurre alrededor del sistema  excretor y de la micción, para que puedas comprender más tarde el porqué  de todas esas recomendaciones y, con el empoderamiento, puedas hacer  cambios en tu vida que te lleven a padecer menos a menudo las tan  incómodas cistitis u otras afecciones urinarias más graves.

 El sistema urinario se compone, por un lado, de los riñones, que son los  órganos productores de la orina, y por otro del sistema pielocalicial, los  uréteres, la vejiga urinaria y la uretra, que son los órganos excretores de la  orina. La inmensa mayoría de enfermedades urológicas se asientan en el sistema excretor. Por ello, me centraré en este  sistema para hacer un pequeño resumen de la anatomía y la fisiología (manera de funcionar en condiciones normales), sin abordar la compleja  estructura del interior del riñón, que para el tema que nos ocupa es poco  relevante.

 El sistema excretor urinario está formado por varias capas de tejido. De dentro a fuera, y hablando de una  manera muy simplificada, encontramos la mucosa, que es la capa de revestimiento interno de la pelvis renal, los uréteres, la vejiga y la uretra. Su función es la de servir de barrera impermeable al paso de la orina. Las células que tapizan esta mucosa, llamadas células uroteliales, tienen la  particularidad de presentar en su superficie una serie de proteínas, las  uroplakinas, cuya función, entre otras, es proteger al sistema excretor de  las infecciones. Sin embargo, algunos gérmenes como la bacteria

 Escherichia coli , causante habitual de las infecciones de orina, presentan en  su superficie unos “pelitos” llamados fimbrias que les permiten adherirse  precisamente a estos receptores (en especial, a la uroplakina Ia) e incluso  penetrar al interior de las células uroteliales. La mucosa está además  cubierta por una capa de moco, formada principalmente por unos azúcares  complejos llamados glucosaminoglucanos (GAG), entre los que  encontramos el ácido hialurónico y el condroitín sulfato, que le dan  protección frente a agresiones físicas, químicas o biológicas, y favorecen  su impermeabilidad.

 Bajo la mucosa, y separada de ésta por una fina capa llamada  membrana basal, sobre la que se apoyan las células uroteliales,  encontramos la lámina propia, un tejido formado por diferentes tipos de  fibras (colágeno, fibras elásticas, etc.), vasos sanguíneos y linfáticos,  terminaciones nerviosas, algunas células de soporte como fibroblastos,  miofibroblastos o adipocitos (células grasas), y células inmunitarias.

 La función de la submucosa es dar un soporte estructural a la mucosa,  así como proporcionar una defensa inmunitaria si es necesario, reforzando  la capacidad de defensa que ya existe en el urotelio. El sistema inmunitario  residente de la vejiga consta principalmente de células de la inmunidad  innata (células no especializadas, sin “memoria inmunológica”), sobre todo  mastocitos y macrófagos, así como algunas células “natural killer” (Nk).  Estas células, junto con la inmunoglobulina A secretora (los anticuerpos  que residen habitualmente en las mucosas), las uroplakinas, la capa de  moco y algunas sustancias bactericidas secretadas a la orina desde  ciertas células renales o vesicales (proteína de Tamm-Horsfall, β-defensina  1, NGAL, ribonucleasa 7, catelicidina, pentraxinas, etc.), conforman la  primera  línea de  defensa ante infecciones. Si la respuesta de la  inmunidad innata se activa debido a una infección, se liberarán citokinas  tanto por parte de las células inmunes como por las uroteliales, que son  unas sustancias que sirven para “pedir refuerzos”, reclutando otras células  inmunitarias que ayudarán a reforzar la respuesta de la inmunidad innata  (neutrófilos, más macrófagos, linfocitos, etc.).

 Después de la lámina propia encontramos la muscular propia, una capa  de fibras musculares dispuestas en diferentes direcciones que permiten  crear movimientos en estos órganos, para que la orina pueda avanzar desde los riñones a la vejiga y ser posteriormente expulsada por ésta  durante la micción. En la vejiga, este músculo toma el nombre de músculo  detrusor. Su funcionamiento está dirigido por el sistema nervioso  autónomo (sistemas simpático y parasimpático), del que hablaremos más  a fondo en otro artículo. La capa muscular, junto con la capa submucosa y  sus fibras elásticas, permite dar a la vejiga una gran capacidad para  almacenar alrededor de medio litro de orina, sin que la presión en su  interior aumente en situación de reposo. Este mecanismo es muy  importante para el buen funcionamiento de todo el sistema urinario, pues  una sobrepresión dentro de la vejiga se podría transmitir de manera  retrógrada a los riñones, lo que provocaría una disfunción de éstos, pues  los riñones necesitan trabajar siempre a baja presión. Asimismo, durante la  micción, momento en el que el músculo vesical se contrae para expulsar la  orina y la presión aumenta mucho, la especial disposición de las fibras de  músculo liso a nivel de la desembocadura de los uréteres funciona como si  se tratase de una válvula, de tal manera que se evita que esta presión se  transmita a los riñones.  Si este mecanismo de cierre  no se produce adecuadamente, se da una situación patológica conocida  como “reflujo vésico-ureteral”. Por otro lado, hay que mencionar el  mecanismo esfinteriano de la vejiga y la uretra, es decir, los músculos que  “cierran” el final del sistema excretor y evitan que la orina se escape al  exterior constantemente.  Podemos  considerar que existen dos esfínteres en la vejiga, el esfínter interno o  cuello vesical y el esfínter externo o esfínter estriado. El esfínter interno no  es más que la prolongación de las fibras musculares de la pared vesical  que se vuelven circulares en el punto de transición entre la vejiga y la  uretra. De esta manera, al contraerse, cierran la salida de la vejiga, mientras  que, al abrirse, la vejiga toma la forma de un embudo y la orina puede  pasar. El esfínter externo no forma parte estrictamente del sistema  excretor urinario, pero está íntimamente ligado a éste. Se trata de un  músculo circular que rodea a la uretra media en la mujer, y a la uretra  membranosa en el hombre (parte de la uretra que se encuentra justo  debajo de la próstata). Este músculo forma parte de un grupo muscular  llamado “suelo pélvico”, cuya función es dar soporte anatómico y funcional  a los órganos pélvicos. La contracción del esfínter externo permite  “estrangular” la uretra para evitar el paso de la orina. De esta manera, junto  con la ayuda del esfínter interno, se consigue una correcta continencia. A la  diferencia del cuello vesical, cuya función está regida por el sistema  nervioso autónomo, y que no podemos controlar voluntariamente, el  esfínter externo funciona por medio de fibras del nervio pudendo,  perteneciente al sistema nervioso “voluntario”.

 Siguiendo con la estructura en capas del sistema excretor, encontramos  la capa más externa denominada “serosa”, compuesta principalmente de  tejido conectivo. Esta capa no tapiza toda la superficie exterior de los  órganos, pero permite dar un soporte vascular a éstos, aportando  numerosos vasos sanguíneos. En las zonas del sistema excretor en que no  hay serosa, se encuentra una capa de tejido conectivo laxo llamada  adventicia, que tiene la misma función.