Hablemos de recomendaciones  sobre las infecciones de orina

En lo que se refiere a la prevención, las guías de práctica clínica de las  diferentes sociedades médicas han abordado clásicamente el problema  con recomendaciones higiénicas (basadas fundamentalmente en la  higiene íntima, ingesta de abundantes líquidos, corrección del  estreñimiento, orinar inmediatamente después de una relación sexual,  etc.), la corrección de factores de riesgo como tratar el  vaciado incompleto de la vejiga, así como la toma, en algunos casos, de  antibióticos preventivos (profilaxis nocturna, profilaxis post-coital, profilaxis  semanal, etc.). Sin embargo, tal y como apuntan estas mismas guías  clínicas, la eficacia de estas medidas es, cuanto menos, limitada.  Asimismo, ninguna de estas guías hace mención con detalle a cambios  profundos en el estilo de vida, a tipos de alimentos recomendables o a  evitar, y pocos son los suplementos o sustancias naturales (fitoterapia,  homeopatía, aceites esenciales) de los que se habla en ellas, a excepción  quizá del arándano rojo y la D-manosa principalmente. Se comentan otros  como el ácido hialurónico, la berberina o la cola de caballo, aunque de  manera muy marginal. En los últimos años se ha comenzado a mencionar  en estas guías el uso de probióticos (suplementos compuestos de  microbios, bacterias principalmente, que no son agresivas para los seres  humanos y tienen efectos beneficiosos), aunque sin suficiente evidencia  científica por ahora.

 

En cuanto al tratamiento, a parte de ciertas medidas de soporte como la  ingesta de abundantes líquidos o la toma de antipiréticos si hay fiebre  (como el paracetamol, por ejemplo), las guías clínicas se basan en el uso  de antibióticos como único tratamiento antimicrobiano posible. En una  época en la que las resistencias microbianas son cada vez más frecuentes  y graves, el uso de los antibióticos habría de racionalizarse al máximo y  debería considerarse sólo en los casos estrictamente necesarios. Por eso  es urgente poder encontrar medidas eficaces que permitan disminuir la  incidencia de las infecciones urinarias, basadas principalmente en la  educación y el empoderamiento de la población de riesgo, y no tanto en un  punto de vista “médico-dependiente”.