La importancia del pH y las hormonas en las infecciones de orina en la mujer

La composición de la microbiota vaginal es un factor muy relacionado con  las infecciones de orina, y se modifica a lo largo de la vida, según los  diferentes estados hormonales de la mujer. El grosor de la mucosa vaginal,  su contenido en glucógeno (azúcar) y los ciclos menstruales influyen el  tipo de gérmenes que predomina en cada momento, pues los lactobacilos  se alimentan de las células que se desprenden de la pared vaginal y del  glucógeno que contienen. Es por ello que la incidencia de las cistitis  aumenta con la edad, y sobre todo a partir de la menopausia, pues la  ausencia del estímulo de los estrógenos (hormonas femeninas) adelgaza  la pared vaginal y hace que las células estén menos cargadas de  glucógeno. Al tener menos alimento, la concentración de lactobacilos  disminuye y, por consiguiente, la producción de ácido láctico. Y es por ello  que la aplicación de geles hormonales en la vagina, que mejoran el estado  de la pared, ha demostrado ser una medida eficaz contra las infecciones de  orina en las mujeres post-menopáusicas. También, esto permite  comprender por qué algunas pacientes jóvenes suelen padecer infecciones  en los días previos a la menstruación o la ovulación: en esos momentos, se  produce una caída brusca en los niveles de estrógenos en la sangre, y por  ello, un adelgazamiento de la pared vaginal, con la consiguiente  disminución de los lactobacilos vaginales. De esa manera, en esos días  hay una menor protección frente a los gérmenes uropatógenos.

Además de los cambios hormonales y las modificaciones de la  microbiota vaginal, existen otros factores que puede alterar el pH vaginal y  favorecer las infecciones de orina en la mujer: las relaciones sexuales y la  excesiva higiene intravaginal, así como las duchas vaginales. Es muy  frecuente encontrar pacientes que padecen infecciones de orina casi  sistemáticamente tras las relaciones sexuales. Siempre se ha atribuido la  culpa a la corta longitud de la uretra femenina y al “frotamiento” que se  produce durante la relación. Sin embargo, lo que mucha gente desconoce,  es que el semen es mucho más alcalino que la vagina, con un pH entre 7,2  y 8 generalmente, a veces incluso más alto. Debido a ello, una eyaculación  intravaginal puede subir rápidamente el pH y favorecer de esta manera el  desarrollo de bacterias uropatógenas. De la misma manera, aunque  parezca paradójico, la utilización excesiva en la zona genital de jabones  con pH alcalino (que son la mayoría) o las duchas vaginales pueden  también alterar la acidez vaginal y causar un desequilibrio de la microbiota  vaginal. Si quieres conocer más cosas sobre la microbiota génito-urinaria  te recomiendo que leas este artículo:  La Microbiota Urogenital